Desde el Valle de la Barranca – 11 km / +900m de desnivel
Nos reunimos al alba en el parking de la Barranca, envueltos en el frescor del pinar y con las primeras luces filtrándose entre las ramas. Iniciamos la marcha remontando el valle, con paso firme y mirada curiosa, siguiendo las huellas del agua y del tiempo, entre arroyos que murmuran leyendas antiguas.
Tras un ascenso constante, el sendero nos guía hasta un desvío poco transitado que apunta hacia el Paso Cagalera —nombre pintoresco donde los haya—, un estrecho paso que nos obliga a ganar altura con decisión y nos abre, al coronarlo, las puertas a un paisaje más agreste: la Cuerda de las Buitreras.
Por esta cuerda, salvaje y ventosa, avanzamos poco a poco, entre roquedos y matas de piorno, sintiendo que cada paso nos aleja del bullicio del mundo y nos acerca al cielo. En el trayecto, una sorpresa nos aguarda: la Ventana de La Maliciosa, un ojal pétreo que enmarca la sierra como si fuera una pintura viva.
Desde allí, el esfuerzo se agudiza. Afrontamos la última rampa, un caos de bloques que nos reta a cada zancada, hasta alcanzar la arista final. Y por fin, como un regalo para el alma, La Maliciosa, con sus 2227 metros, nos recibe con un espectáculo de cumbres a lo lejos, valles a nuestros pies y un viento que parece susurrarnos antiguos secretos.
La bajada la realizamos por la base del Peñotillo, disfrutando de otro ángulo de este gigante granítico, cerrando así un recorrido circular que nos devuelve al punto de partida: el Valle de la Barranca, con el cuerpo cansado y el espíritu renovado
